Durante el periodo fatimí (969-1171) se fabricaron vasos de cristal de roca de gran calidad para los gobernantes de El Cairo. Así lo confirman las inscripciones de varios de ellos, que nombran a gobernantes concretos. Se requería una gran habilidad para ahuecar el cristal de roca en bruto sin romperlo y para tallar la delicada decoración, a menudo muy superficial. Por lo tanto, estas vasijas eran probablemente objetos de prestigio que el gobernante habría exhibido en su propio tesoro de posesiones preciadas. Los pequeños cristales de roca como esta botella no podían contener mucho, pero su contenido debía de ser muy valioso para merecer tales recipientes. Lo más probable es que se utilizaran para guardar perfumes, uno de los objetos más lujosos de cualquier corte islámica. A menudo se conservan en los tesoros de las catedrales, donde fueron rededicados tras ser sacados de su emplazamiento islámico original.